martes, 11 de marzo de 2014

Asalto a la valla


Frontera Playa del Tarajal - Ceuta

 El pasado mes de febrero perdieron la vida 15 inmigrantes subsaharianos al tratar de cruzar a nado la frontera del Tarajal, Ceuta. Desde este momento los continuos intentos de salto y las conocidas malas artes de las autoridades fronterizas han mantenido a Ceuta y Melilla en la actualidad informativa. Motivo por el cual decido trasladarme a Ceuta y ver que se cuece por allí.

 La periodista Beatriz Mesa afirma que las cifras proporcionadas por el ministro de Interior ("hay 40.000 inmigrantes ilegales en Marruecos [...] esperando la ocasión para dar el salto a través del perímetro fronterizo") a los medios de comunicación están muy infladas "Son muy exageradas y no se corresponden con los números con los que trabajamos quienes llevamos años abordando sobre el terreno el fenómeno migratorio" continua "el ministro necesita crear alarma, pero en los alrededores de Ceuta no hay mas de mil personas".


 
Frontera Ceutí - Playa del Tarajal - Ceuta

 A pesar de la alarma social, que el Gobierno y los medios de comunicación han ido generando durante estos días, lo primero que siento al llegar a Ceuta es una agradable sensación de calma. Los ceutíes parecen haber normalizado todo lo sucedido aunque aún sienten rabia por las muertes: "Habrá que hacer algo ¿no? Quince muertos son muchos muertos", comenta un taxista de la zona mientras me lleva a la frontera. En Ceuta la mezcla racial e intercultural es más que evidente. Los taxistas conducen ‘motores mercedes putamadre’, las calles muestran niños que mezclan español y árabe de manera natural y los rostros de la ciudad sugieren rasgos árabes aderezados con un fuerte acento andaluz. Resulta difícil adivinar de qué origen y nacionalidad es cada cual y a mi esto ¡me gusta!


 Me dirijo al “Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI)”, con la intención de visitar sus instalaciones. Pero no hay suerte. No obstante, consigo entrevistar a un voluntario de la "Cruz Roja" que trabaja en el CETI de Ceuta. Gracias a él me entero de que en estos momentos las instalaciones del centro casi duplican su capacidad de acogida (de 512 plazas se encuentran con algo menos de un millar de personas acogidas). Cada habitación cuenta con diez camas, tienen baños comunes y zonas para hacer la colada. Además disponen de un campo de fútbol-sala y baloncesto. "Están algo hacinados" pero "contentos y agradecidos con lo poco que puedas darles". Sin embargo, me indica que esta situación no es nueva para ellos ya que "llevamos años con poco espacio pero según se van trasladando" [a los que ya han cumplido los seis meses en el CETI] "hacia la península se va quedando espacio libre" [para los recién llegados desde la frontera].

"Centro de Estancia Temporal" (CETI) - Ceuta

Instalaciones - Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) - Ceuta


 Caminando por la playa Benítez dirección al CETI, me cruzo con varios grupos de chavales con el chándal que reparte el CETI y que pasean con aspecto tranquilo y relajado. En el camino me acerco a un par de chicos y les pregunto si sabrían indicarme como llegar a los barracones del CETI. En un impecable francés me dan las directrices para poder llegar y se muestran dispuestos a acompañarme. Se lo agradezco y nos ponemos a hablar. 

Camino del CETI con Mamadou y Arama - Ceuta

 Sus nombres son Mamadou y Arama, vienen de Mali, tienen 21 y 25 años respectivamente y tardaron 24 meses en llegar a Ceuta. Cuentan que el primer día de entrada en el 'CETI' les dieron un carné, con su foto y nombre, con el que pueden entrar y salir del centro entre las siete de la mañana y las once de la noche. Muestran sus carnés con orgullo. Indican que tienen que firmar en comisaría cada dos meses y a los seis meses serán trasladados a la península para iniciar su nueva vida. Hasta que ese momento llegue pasan sus días en Ceuta
"sin meterse en líos", me dicen. Yo les veo con una sonrisa permanente en su cara, transmiten cierta inocencia y mucha serenidad.

 Mamadou lleva en el CETI 4 meses. Salió de su país con tan solo 19 años y recorrió más de cuatro mil kilómetros a pie hasta llegar a Ceuta. La frontera la cruzó en cayuco hasta la playa del Tarajal donde fue recibido por las autoridades españolas y trasladado a las instalaciones del CETI en Ceuta. Cuenta que cuando le lleven a la península quiere ir a Madrid, a trabajar y ganar dinero para poder enviarle a su familia. Le digo que Madrid es muy grande y me responde, a su vez, con una nueva pregunta "Allí no hay vegetación, ¿no?" yo le digo que "Bueno... no mucha... pero hay muchos parques y jardines"

 Arama es de Bamako, y cuando le canto la canción de 'Le dimanche a Bamako' de Amadou et Mariam, su cara se ilumina.



 Arama lleva 5 meses en el CETI. Al igual que Mamadou, recorrió los más de 4 mil kilómetros que separan Bamako de Ceuta a pié, aunque la frontera la cruzó a nado. Cuando le pregunto a Arama dónde quiere ir cuando llegue a la península, me responde que desea ir a Bilbao. "¡Bilbao! ¡pero si allí hace mucho frío!", le digo, y el ríe a carcajada limpia "¿Si? ¡Es bueno saberlo! Tendré que llevar ropa de abrigo". Su plan es idéntico al de Mamadou, llegar, trabajar y enviar dinero a su familia. Pregunto si no hay trabajo en Ceuta y ellos responden que aquí sólo hay 'dale, dale'. “¿Qué es eso?”, digo, y me responden que consiste en ayudar a aparcar los coches diciendo: "dale, dale". Pero con ello no consigues más de 5 euros al día (y eso en un día de suerte). 


Arama desde su barracón del CETI - Ceuta

 Llegamos al CETI y conozco a dos argelinos, Jammal e Ibrahim, que llevan seis meses en el centro. Según me cuentan su situación es algo más complicada. Para los argelinos y sirios las cosas no son tan "fáciles" como para el resto. Ellos no serán llevados a la península pasados los seis meses en el CETI, los motivos no los tienen claros "la guerra", dicen, pero no saben mucho más. Su única salida es esconderse en los camiones que cruzan el estrecho, colándose en maletas, coches, etc... para ellos llegar a la península todavía supondrá asumir más riesgos. Me dicen que hay un argelino que lleva un año y medio viviendo en el CETI. Trato de localizarle pero no consigo hablar con él. Cuando logren cruzar el estrecho quieren ir a Málaga donde tienen amigos y posibilidad de trabajo. En un momento determinado Jammal me pregunta: "¿Eres Cristiano?" y yo le respondo "No, no... yo soy ateo" los dos ríen "¡Eres Messi! ¡Nosotros Cristiano!" y yo sintiéndome como un imbécil afirmo "Sí, sí... soy Messi".


Jammal e Ibrahim, instalaciones del CETI - Ceuta

 Tienen una voluntad de hierro y no dejan espacio en sus vidas para la autocompasión. A su lado veo claro que los occidentales contamos con un handicap en cuestión de confianza y voluntad personal. El nivel de evolución en nuestras 'ciber-tecno-vidas' es inversamente proporcional al desarrollo de nuestras cualidades y capacidades físicas como animales racionales que somos. No conozco a muchas personas de mi entorno que puedan embarcarse en un viaje de tales características (por contra, conozco a varias que se les hunde el mundo si no tienen cobertura 3G-4G). Debemos aprender de su fortaleza y empezar a mirarles con admiración y orgullo.

 
 Al día siguiente me desplazo hasta la frontera del Tarajal. La frontera de Ceuta es una frontera de la vieja escuela, de valla y alambre de espino, con focos y torretas que tratan de intimidar al posible 'invasor'.


Valla fronteriza de la playa del Tarajal - Ceuta
 Dan bastante mal rollo. De esas que parecieran decir "aquí no cabe nadie más y si lo intentas te puedes llevar un balazo". Una línea que separa (más que dos estados) dos mundos. La zona fronteriza recuerda a una película de ciencia ficción en la que la humanidad se ha roto en mil pedazos, surge carestía de bienes y alimentos y los más “acomodados” tratan, por todos los medios, que los del otro lado no puedan entrar en su territorio. Pero esto no es una película de ficción.


Crta. Circunvalación de la Frontera - Ceuta

Playa del Tarajal - Ceuta

("Prohibido el paso zona restri-M-gida") Playa del Tarajal - Ceuta

 Las fronteras de Ceuta y Melilla son las puertas que dan acceso a lo que se supone debería ser una 'sociedad de primera' (aunque ni siquiera sepamos escribir correctamente "restringida" en nuestras fronteras). Para muchos cruzarlas no significa nada, un trámite más en su rutina diaria de casa al trabajo y del trabajo a casa. Para otros significa acceder al sueño europeo de una vida mejor. Un sueño por el que vale la pena jugársela. Y por el que muchos se la juegan, prefiriendo morir en nuestro mundo que seguir viviendo en el suyo.