¿En que cabeza cabe sanear la economía de un estado endeudando aun más a éste? El panorama político de un país fielmente resumido por, posiblemente, el mejor 'showman' nacional del momento. 'El Gran Wyoming' demuestra su fuerza discursiva destripando una triste realidad (excelentemente razonada) a golpe de evidencia. Las verdades si vienen aderezadas con algo de humor (lubricante limpio y renovable), siempre entran mejor.
La
caspa no miente. Puedes sacudírtela (la caspa) y tratar de ocultarla, pero
resultará un esfuerzo estéril ante el ojo ajeno (ese que todo lo ve) pues a éste no se le escapa
nada. Las mentiras políticas, por mucho que se repitan, sacudan y disimulen seguiran siendo caspa para
nuestros oídos. Provocando un 'melange' de sentimientos (de receptor a emisor) a camino entre el asco
y la pena.
Estos
señores/as tan importantes (Presidentes/as, Ministros/as) que son quienes (mal)
gestionan nuestro país, parecen ralentizados, alelados. Son las caricaturas de
lo que podrían (y deberían) ser pero que, indudablemente, no son. Sus gestos,
sus rostros y su expresión, trasmiten la sensación de que les falta un hervor. Parecieran encontrarse en pleno tratamiento farmacológico contra sus complejos,
preocupaciones y/o depresiones. Personajes que adolecen de lagunas retentivas, en su desordenada cabeza, y por ello inducen que el resto del mundo bucea por sus mismas lagunas.
Nuestros líderes políticos son el producto final de (mal) formaciones académicas a golpe de talonario en
universidades privadas y católicas (casposas). Con sus ridículas mentiras
demuestran el bajo nivel moral que disponen. Incapaces de situarse en el
espacio-tiempo, luchan por aferrarse al poder que tanto soñaron y rumiaron en sus días
de "universidad", fantaseando con forjarse como los señores/as importantes (Sr./a.
Presidente/a, Sr./a. Ministro/a) que ahora son.
Miro las imágenes y parecen sacadas del
archivo audiovisual de RTVE en la era Aznar ¡Personajes recién aterrizados de los
años 90!
"Volver, pero sin la frente marchita. Con el corazón lleno de amargura y los bolsillos cargados de esperanzas. Volver, aunque ya nadie me espere y me diga: "¡Ven!" Volver cuando debería marcharme y escapar cuando debería quedarme. Volver, porque siempre antepuse los caprichos del corazón a los avisos de la razón." ¡Mas rescates al arte de la calle y menos capitalizaciones bancarias!